El gobierno de Javier Milei se encamina a terminar su segundo año de gestión con una consolidación política inimaginable al momento de su asunción.
El presidente argentino, que surgió de la nada política debido a su presencia mediática, ha mostrado un pragmatismo político impensable en quien siempre se mostró como un libertario intransigente.
Recordemos que siempre se dijo que su campaña fue en parte solventada por el que fuera presidente de la Cámara de Diputados; luego ministro de Economía y finalmente candidato por el peronismo, Sergio Massa, para dividir el voto de la derecha. Pero que, ante el balotaje, usó el apoyo del expresidente Mauricio Macri y de la candidata presidencial del Pro, Patricia Bullrich, para vencer al propio Massa. En los primeros meses de gestión se deshizo de sus colaboradores más destacados en la campaña y los reemplazó por funcionarios de la alianza macrista aunque no como parte de una negociación sino como una cooptación.
Hace un mes ganó las elecciones de medio término y logró acordar con los gobernadores que no son de su facción una mayoría que le permitirá por primera vez aprobar la ley de presupuesto antes de fin de año y alguna clase de reforma en la legislación laboral y tributaria para febrero próximo, que dé señales positivas a los inversionistas.
No obstante, sigue pendiente la eliminación del cepo cambiario que impide libremente la libre repatriación de divisas para los extranjeros; el Gobierno anunció una pronta liberación, pero dependerá de su solidez financiera. Si bien la victoria política le dio oxígeno a su economía, la actividad se mantiene estancada y las inversiones analizan bien sus cartas antes de jugar.
La administración Milei apuesta todas sus fichas a un alineamiento incondicional con la de su par norteamericano, Donald Trump.
Mientras tanto, renueva su gabinete. Puso como Canciller al exsecretario de Finanzas, Pablo Quirno, que le dará un carácter economicista y comercial a su gestión que, si bien mirará al Norte, no despreciará su relación con China, con quien la Argentina tiene acordado un swap de monedas que no está en condiciones de cancelar. De hecho, y con gran discreción, Quirno ya se habría reunido con el embajador chino en Buenos Aires y comprometió una visita gubernamental de peso a Beijing en el primer semestre de 2026. A nivel regional, el Gobierno no tiene más expectativas que ver cómo se tiñen de su propia coloratura política algunos gobiernos como el de Bolivia, con la asunción de Rodrigo Paz; Perú, con la jura de José Jerí, y le pone una vela a José Antonio Kast en Chile, además de los gobiernos paraguayo y ecuatoriano. Con Brasil, en cambio, no tensa ni activa; en ese sentido, el guiño de Trump al presidente Lula en el contexto de la asamblea de las Naciones Unidas, lo eximió de nuevas sobreactuaciones; de hecho, se mantuvo cauto ante la detención preventiva dictada contra el expresidente Jair Bolsonaro.
Con este panorama, es posible imaginar que el año que viene vengan inversores extranjeros y se active la economía. En Buenos Aires todos descuentan la reelección presidencial en 2027. Sin embargo, ese escenario guarda un interrogante que tiene que ver con sus propios deseos porque Milei disfruta más de la economía y de su celebridad internacional que de construir con el barro de la política.+)

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