Espiral

El final de un proceso desgastado y remañido se aproxima.
Las opciones de reemplazo del kirchnerismo procuran alejarse del buque que hace agua para evitar ser succionados con él hasta las más oscuras profunidades de la política, tal como observan que le sucede a Daniel Scioli.
Hoy hay elecciones en algunas provincias. En Salta, Juan Manuel Urtubey ha mantenido un discurso cuasi opositor. Hermes Binner, cuyos diputados nacionales aprobaron con el oficialismo la ley de medios, anunció ayer que no formará parte de ninguna fórmula presidencial y que solamente gobierna pensando en los santafecinos, que también acuden hoy a las urnas; ya prácticamente no se habla de la candidatura de Carlos Reutemann para 2011.
Mauricio Macri manda emisarios a afirmar que será una opción para el recambio presidencial, pero él se guardaría el anuncio formal hasta junio para anunciarla formalmente. Se debate entre la ansiedad de los suyos y las implicancias políticas de tal posibilidad.
El vicepresidente Julio Cobos, con el soterrado apoyo de Eduardo Duhalde, es el único que avanza inexorablemente como opción.
A todo esto el ex presidente Néstor Kirchner, que se levantaba de entre las cenizas forzando a sus huestes a una última batalla suicida, sufrió demoras senatoriales en el trámite parlamentario de la ley de Medios. Con algunas modificaciones, nadie temerá a esa vaina sin cuchillo. Por otra parte, tendrá que concentrarse en el tratamiento de esta ley y demorar los otros proyectos que pensaba tratar antes del 10 de diciembre (entidades financieras, reforma política). Solo, en la intimidad de Olivos, vacila entre el alarido feroz y el silencio. Pronto esucharemos sus diatribas.
Pero lo más grave que le ha sucedido al kirchnerismo es la aprición de un virus para el que no tiene anticuerpos; al contrario, es una enfermedad que correrá rápidamente por su organismo con resultados fatales. La protesta sindical en la fábrica de Kraft, en Pacheco, es un conflicto que lo corre por izquierda y deja de manifiesto el carácter conservador de sus alardes revolucionarios.
La izquierda, que acompañaba a Kirchner en su trayecto final, observó con espanto la represión del viernes a la tarde. Las mayorías sociales, cansadas de los piquetes capitalinos y de los paros de subte, celebraban las declaraciones del jefe del gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que condenaron el sitio piquetero contra Buenos Aires. Pero difícilmente celebren la represión de quien criara dirigentes piqueteros durante toda su gestión.
Parecería ser que hay un plan. Los piquetes se repiten sistemáticamente. Se han visto tanto en Buenos Aires, como en Rosario y en Córdoba. Los paros de las agrupaciones sindciales disidentes -generalmente afiliadas a la CTA- taponan las bocas de los dirigentes cegetistas, cuando no los obligan a competir en el terreno de la protesta. Lo mismo pasa con los cada vez peor pagos dirigentes piqueteros oficialistas; con la caída de la caja fiscal, se han perdido muchos planes y con ellos sendas lealtades.
La dinámica parecería haber ingresado en un acelerada espiral.+)

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