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Interesante mirada de este especialista español sobre el proceso de conformación de estados y naciones en la actualidad. Hasta hace poco, la fragmentación interna se producía en un contexto de conformación de estados continentales. Pero esto que expresa Sanahuja va en otra dirección y plantea otras demandas.+)
“En Cataluña hay un nacionalismo de posverdad; basado en mitos, en narrativas”.
Por Daniel Vittar, para Clarín
dvittar@clarin.com
El español José Antonio Sanahuja, prestigioso académico especializado en política internacional, es un agudo crítico de los movimientos nacionalistas que pululan en esta época. “Algunos utilizan el término populismo, pero yo, por rigor académico, lo llamo extrema derecha, nacionalista y xenófoba, algo muy peligroso”, afirma. Estudioso de los fenómenos sociales, sostiene que los impulsos secesionistas, como el de Cataluña, entrañan una “narrativa construida”. Aunque también destaca que “hay agravios reales del gobierno central” español. De paso por Buenos Aires para participar del seminario “América Latina frente al Nuevo Orden Mundial y la Crisis de la Globalización” realizado por la Coordinado- ra Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), advierte sobre las causas que impulsan a personajes como Donald Trump o Marine Le Pen y califica esta nueva etapa como de “pos-globalización”.
Parecería que estamos viviendo un cambio de ciclo. ¿Por qué tantos movimientos secesionistas como los de Cataluña o Escocia? Primero el planteo es si se trata de ‘cisnes negros’ o algo más profundo. Para mí es una combinación de las dos cosas. Por una parte no puedes explicar a Trump, el Brexit o Marine Le Pen sin hacer referencia a la cuestión socio-económica. Pero también incide la resistencia de algunos sectores sociales. Poblaciones rurales y grupos de mayor edad, más tradicionalistas, resisten lo que comporta la globalización en términos de diversidad. Es decir, no quiero extranjeros,
no quiero cambio, no quiero amenazas terroristas, ni diversidad sexual. Ahora, una pregunta que tenemos que hacernos es por qué el malestar social, el voto indignado se canaliza hacia la extrema derecha. Algunos lo definen como populismo. Yo, por rigor académico, lo llamo por su nombre: extrema derecha, nacionalista y xenófoba, algo muy peligroso. ¿Cómo describiría el movimiento separatista calatán, en particular? Explicar lo que está ocurriendo en Cataluña es complicado. Hay varios factores. El primero es que ha habido errores de ambas partes. Un elemento que ayuda a entender el ascenso del nacionalismo en Cataluña es la crisis socio-económica. Pero en Cataluña hay un nacionalismo de la pos-verdad. Se basa en mitos, en narrativas construidas. En la campaña de la consulta ya vivimos un ‘momento brexit’, con falsedades circu- lando por las redes. Pero agrego un matiz importante: hay también agravios reales del gobierno español, algo que debe ser objeto de negociación por ambas partes, pero de ahí no se deriva que haya que ir a la independencia. También hay otros factores. ¿Cuáles son?
Hay un marcado componente electoralista. Las élites de los partidos tanto en España como en Cataluña están teniendo en esta pugna nacionalista el argumento perfecto para que no se hable de otras cosas, como los recortes estatales, algo que ocurre en ambos gobiernos, del rescate a los bancos que llega a 40.000 millones de euros. Y sobretodo que no se hable de la corrupción.
De golpe estamos pasando del Estado supranacional al secesionismo Hay una larga tradición de reivindicación de lo nacional, de lo propio. Y estos movimientos independentistas se dan en diferentes lugares. Hoy, el nacionalismo es la ideología más importante, y la que tiene mayor capacidad de movilización. La encontramos en muchos lugares. No sólo es Trump, el Brexit en Gran Bretaña, Marine Le Pen. En la Unión Europea se ha extendido muy ampliamente. Es Putín en Rusia. China ha sustituido el socialismo por nacionalismo. Lo tenemos en Turquía con Erdogan, lo tenemos en Egipto, en Filipinas. Es un fenómeno muy extendido. Es un nacionalismo del ‘mejor solo’, del ‘no quiero compartir mi riqueza’. Por supuesto que hay muchos más elementos. Pero yo creo que en el fondo, la relación entre crisis socio-económica y ascenso del nacionalismo no es nuevo. Lo que ocurre es que en cada época se presenta con su fisonomía. ¿Cómo definiría esta etapa? Estamos en el final del ciclo que hemos llamado globalización. Estamos en una nueva fase. La crisis del 2008 no fue sólo financiera, sino también de gobernabilidad. Y esa crisis, junto a otros acontecimiento, estaría expresando que el modelo de globalización que se inicia en los años 80 estaría en sus límites. Todos los indicadores económicos que hemos utilizado para medir de manera precisa la globalización se han estancado. Hay elementos cíclicos, el cambio de modelo productivo de China, la continuación de la recesión en Europa, la caída del precio de los comodities. Pero también hay elementos estructurales. ¿Hacia donde vamos?
La globalización se organizó en torno a cadenas productivas globales, estructuradas a través de grandes multinacionales. Eso es lo que está quedando atrás. Por ejemplo, si tu quieres producir y vender teléfonos móviles en Sudamérica, no te organizas como una gran multinacional, con todos los costos que esto implica. Hoy puedes organizar la cadena productiva global con una pequeña oficina en cualquier lugar, externalizar todo y abastecerte a través de Alibabá. Las plataformas tecnológicas están cambiando todo. En el ámbito de los servicios es mucho más fácil. Tenemos el ejemplo de Uber, Airbnb. Ellos no son propietarios de los activos, tienen una plataforma tecnológica y externalizan todo. Pero al mismo tiempo se erigen como cuasi-monopolios.
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