Nadie -menos aún los lectores de Hechos Destacados- debería sorprenderse por el cambio de escenario internacional que llegó con la asunción de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos.
Salgámonos de las consideraciones morales y de los modales -que estuvieron muy presentes en la entrevista en el Salón Oval- y sumerjámonos en las consideraciones estratégicas de lo que sucedió en la reunión de Volodomir Zelenski con Trump y su cada vez más presente vicepresidente, J. D. Vance, en la Casa Blanca.
Las premisas fueron claras:
- con la cuestión de las vestimentas -le enrostraron que fue de fajina- los norteamericanos intentaron dejar a Zelenski como un actor dramático de una situación en la que no es víctima sino beneficiario;
- que la guerra existe porque los Estados Unidos la financió, y que ya no lo hará;
- los Estados Unidos continuarán con el proceso de retiro de los principales focos de conflicto internacional para resguardarse en el Continente, y
- que no le importa que Vladimir Putin se beneficie de ello.
La cumbre de Londres mostró falta de liderazgos nacionales, rumbos divergentes y drásticas renovaciones políticas en las principales naciones europeas.
La guerra les toca la puerta y habrá que ver si Europa está dispuesta a sacrificar su estatus de vida -nunca estuvo mejor desde la posguerra y eso es lo que le enrostran los norteamericanos que soportan con inflación el alto gasto militar- o sus valores.
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