Sangre, sudor... ¡y Gloria!


La Providencia no pudo ser más generosa con los argentinos.

En los últimos días de un año difícil en el que podríamos estar lamentándonos por vandalismos y saqueos -como hace exactamente 21 años-, nos quejamos de vandalismos pero no de saqueos ni del malhumor social.

Todo lo contrario. Esta vez la mano de Dios intervino en el mundo. Ojo que no me refiero a la del Diego, cuya canonización está mucho más lejos de lo que creen los relatores y comentaristas de fútbol. 

La metáfora de la Selección Nacional fue la mejor lección que nuestro país pudo recibir: "Teníamos que sufrir, somos argentinos", repetían los jugadores ante los micrófonos.

"No busquen el dinero, busquen la Gloria", repetían en sus redes Enzo Fernández y Rodrigo de Paul a la multitud que hizo todo lo posible por verlos aunque más no fuera a la distancia.

Reinó entre esos jovencísimos futbolistas -en muchos casos de origen humilde- un espíritu de equipo en el cual las estrellas festejaban los goles con alegría, fueran suplentes o titulares. No se escapó una sola voz reclamando visibilidad u oportunidades, ni siquiera una cara de disgusto o un gesto destemplado. Eran soldados y pedían que confiemos en ellos porque nos querían traer esa gloria en la forma de un trofeo deportivo.

Un técnico que habló poco y nada de sí mismo; un líder que se mostró en la final con su familia -como si nada más importara-, lejos de la banalidad, y un conjunto de chicos que actuaron discretamente con total naturalidad, fueron los maestros de un curso de valores que duró unos años pero que tuvo un período intensivo de un mes para todos los argentinos.

Confieso haber sido uno de los que estuvo en contra del dictado del del feriado. Sigo pensando que el Gobierno no sabe cómo hacer crecer la economía. Pero debo confesar que me alegró ver a esos cinco millones de argentinos celebrar la virtud y el honor. 

Como siempre, hubo inadaptados. Pero fueron los menos. Es imposible que no aparezcan. Pero tuvieron razón los que quisieron creer que era momento de seguir cantando "soy argentino. Es un sentimiento; no puedo parar".

En una economía de cuyo combustible sólo queda el olor de la gasolina es un milagro que estemos todos contentos, hermanados, saludándonos por las calles y vistiendo motivos albicelestes.

Llegará la Navidad, el Año Nuevo y, después, las vacaciones. ¿El Gobierno tuvo razón? En parte, porque no hubo un adormecimiento, sino un despertar. A partir de Qatar 2022, la gente exigirá mucho más de sus gobernantes. Saben que ahora pueden pedir más.

No es broma. Los valores argentinos subieron y bajó el riesgo país. Desde afuera también se vio algo. Que no alcanza. Al menos en principio.

De cualquier manera, como cantaba Andrés Calamaro, "no se puede vivir del amor". Habrá que ver cómo se las ingenia el Gobierno para navegar el temporal. +)


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