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El sainete de gestos -o, más bien, de muecas indescifrables- entre el gobierno y los empresarios en Idea, en la Casa Rosada, en Washington, en New York y en la Secretaría de Comercio; o las que intercambiaron Sergio Berni con los intendentes del conurbano, en el contexto de un amenazante estado deliberativo policial; ni siquiera el aumento inflacionario, ni el retraso cambiario, serán objeto del presente panorama que siempre procura elevar la mirada y buscar una perspectiva más exhaustiva.
El único episodio que puede tener más tela para cortar es el cruce entre el Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández con el historietista Nik, tras una pavorosa chicana en la que el funcionario dejaba de manifiesto que sabía a qué colegio iban sus hijos y qué clase de subsidio recibía la ORT.
Según trascendió en medios informados, el Ministro acudió a gente de la línea de la AFIP para luego ir presuroso al choque con el padre de Gaturro. Lo que el apodado “La Morsa” no midió es que los tiempos cambiaron y que la gente acababa de decirle NO al gobierno que ahora conforma. Su permanencia ahora en el Gobierno sólo se explica por el hecho de integrar una gestión que acaba de incorporar a Gabriela Cerruti como portavoz.
Pero lo importante es destacar que esto que sucede en la Argentina es un correlato de lo que está pasando en el mundo. Lo que fue aquella escandalosa utilización de datos personales de 50 millones de usuarios por parte de Cambridge Analytica quedó sepultado por otro mayor luego de que una ex empleada de Facebook, France Hauguen, denunciara a Facebook, al que acusó de que "sus productos dañan a la infancia, avivan la división y debilitan nuestra democracia".
Nadie necesitaba escuchar eso para saberlo, pero lo importante es que el Congreso norteamericano le dio relieve a sus declaraciones; que los medios europeos dispararon toda su munición sobre Facebook y Mark Zukerberg para procurar la regulación de su funcionamiento, y que el G7 en su última reunión decidió cobrarles un impuesto global a Google, Microsoft, Amazon, Apple, Facebook e IBM.
Se trata de una pelea de gigantes sólo comparable con la protesta de los bancos centrales europeos respecto de las criptomonedas. La cantidad de mecanismos regulatorios que pesan sobre las entidades monetarias estatales no se comparan en nada con la economía virtual. Los Pandora Papers, FinCen Files o Panamá Papers, por otra parte, no parecen otra cosa que maniobras de los Estados Centrales con necesidades presupuestaarias crecientes para limitar las filtraciones a la economía formal y, de paso, aleccionar a los fugones.
Es la pulseada entre un mundo virtual y uno material que se manejan con reglas diferentes. La puja entre norteamericanos y chinos por la tecnología 5G es comparable a las recientes y reiteradas invasiones aéreas de hasta 140 cazabombarderos chinos en el cielo taiwanés. Con la diferencia que de inteligencia artificial son muy pocos los que saben.
Lo cierto es que el consumismo materialista propiciado por el capitalismo favoreció esta comodidad por la cual miles de millones de personas dejemos en poder de unas pocas corporaciones nuestra información y diseñen mecanismos para poner el mundo en nuestras manos a cambio de nuestra privacidad.
El negocio de Fausto no es distinto al de los medios tradicionales, cuya simplificación de las noticias deformó hasta convertir en entretenimiento el sagrado derecho a informarse, excepto por el enorme poder tecnológico de la telemática para acelerarlo y aumentarlo.
Estos pequeños dispositivos permiten que todo el universo concentrado pueda ser observado y hasta manipulado desde la palma de la mano. Como El Aleph que describió fantásticamente Jorge Luis Borges, pero que difícilmente pueda materializarse.
Porque por ahí pasa la cuestión. La telecomunicación desmaterializa y la vida humana necesita del contacto interpersonal, dada la condición gregaria de las personas. Sin ese contacto no hay política, religión ni sociedad.
Estos poderosos aparatos móviles parecieran haber revertido el sentido: el hombre ahora responde al algoritmo, que acota sensiblemente las posibilidades de elección. Políticamente, esto se traduce en el tránsito de una democracia republicana hacia una plebiscitaria. De ahí a la democracia directa, el tramo es mucho más corto. Platón decía que la degradación de la democracia era la demagogia, luego de la cual se caía en la tiranía.
De esto, y solamente de esto, quería ocuparse esta columna: del deterioro constante del sistema de gobierno. +)
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