el
efemérides
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
El presidente norteamericano Joe Biden dio la puntada más aguda en su tejido internacional en la cumbre anual del G-7 que se realizó este fin de semana pasado en Cornwall, una playa ubicada en Carbis Bay, en el sudeste de Inglaterra. El lema que los convocó, Build Back Better bien podría haber sido Build Back Together. Fue una reunión muy particular. Por lo pronto, porque se trató de la primera gira del presidente norteamericano, Joe Biden, al exterior. Recordemos que Donald Trump maltrató sensiblemente a este colectivo presidencial. Por otra parte, el anfitrión, el premier británico Boris Johnson, aprovechó la ocasión para despedirse de sus colegas europeos, ya que la fecha del Brexit, les anunció, es inapelablele; sus pares europeos le reiteraron la necesidad de respetar plenamente el acuerdo con la UE que supone la eliminación de las exenciones aduaneras con Irlanda del Norte, algo que Johnson amenaza con extender unilateralmente. Más aún, el año pasado esta reunión había sido virtual pero ahora retomó la presencialidad. A sabiendas de las dificultades de encauzar una verdadera y auténtica diplomacia por canales virtuales. Joe Biden no dejó pasar la oportunidad para desplegar su encanto, o “charme”, diplomático para dar su primer gran estocada de política exterior.
El G7 supo ser el club de los grandes países del bloque occidental en los años de la Guerra Fría, pero no deja de ser un bloque informal que se sienta a debatir sobre los grandes temas del mundo, elabora declaraciones y toma decisiones que no son vinculantes. Además de estos temas de interés general que suelen caracterizar a este tipo de encuentros multilaterales -la salud, el medioambiente, la educación, entre otros-, el principal objetivo de esta edición, con el impulso de los norteamericanos, fue el de consagrar a esta alianza contra el eje que constituyen China y Rusia. Para contrarrestar el avance chino se decidió a anunciar una competencia contra la Nueva Ruta de la Seda, que es el símbolo de la expansión internacional china. Biden obtuvo el consenso de sus colegas para anunciar el lanzamiento de un pretencioso plan de infraestructura llamado "Build back better for the world", aunque todavía no se haya definido el monto de la correspondiente inversión. Por otra parte, a más de un año de activa diplomacia sanitaria sino-rusa, apuró un compromiso del G7 para donar un billón de dosis de vacunas para los países de ingresos medios y bajos. Un intento algo tardío por retomar la diplomacia del soft power. Finalmente, fijó una reunión de la OTAN en Bruselas, seguida a la del G7, para reforzar el mensaje contra sus enemigos; esta vez desde el hard power de la seguridad y la defensa. Después de años de desinversión en esta alianza militar, esta vez hubo consenso para que todos los países miembros inviertan, al menos, un 2% del PBI en defensa y seguridad para el 2024. Un punto a favor para Biden, que también logró que la OTAN condene más claramente a China y Rusia por sus intentos de sortear las reglas internacionales, su falta de transparencia y los abusos de derechos humanos. También logró una cordial reunión con Erdogan, el presidente turco, para limar algunas asperezas que venían pesando en el vínculo bilateral desde la época de la presidencia de Barack Obama -de quien Biden fue vicepresidente-, cuando Erdogan acusó a los EEUU de incitar un golpe militar contra su gobierno, allá por el 2016. Para coronar la gira, prevé una reunión cara a cara con Vladimir Putin en Suiza.
Es así entonces que tanto la guerra fría entre EE.UU. y China-Rusia, como la cuestión comercial entre Inglaterra y la Unión Europea fueron los temas que verdaderamente marcaron la cumbre del G7. Y a pesar de la premura para hacer algunos anuncios en pos de contrarrestar el avance del eje sino-ruso, esta cumbre ha sido definitivamente una reacción positiva del bloque occidental, que, aunque tardía, es toda una novedad para los tiempos que vivimos.+)
Comentarios