Empate


El Presidente se anotó un empate en el partido que jugó en la liga europea. Seguramente le trajo oxígeno a él, personalmente, y un poco de paciencia, y algunos gestos cariñosos, pero no más que eso. Se mostró al frente de las negociaciones, en un intento de fortalecer su golpeado liderazgo, pero no hubo avances concretos. Es claro que el apoyo político de los miembros de los organismos de crédito es un factor que puede resultar alentador, pero no es suficiente: hace falta el acuerdo técnico. Ahí es donde se embarra el terreno. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue claro al respecto cuando priorizó el acuerdo con el FMI como condición sine qua non para el avance de las negociaciones con el Club de París. No quieren sentar una jurisprudencia que les pueda afectar futuras negociaciones con otros deudores. El gobierno está obligado a firmar con el Fondo para no entrar en default con el Club de París, o al menos entrar en los dos o tres meses de gracia que le pudieran conceder. Y ese acuerdo tiene que ser indefectiblemente antes de las elecciones, si es que realmente quieren que la Argentina siga figurando en el concierto internacional. Entonces. ¿se viene el ajuste? Veremos que tiene para decir La Cámpora al respecto; a los muchachos no les gustan las órdenes externas a la orga, ni que los examinen...

La situación en el país que gobierna Alberto está igual a la que dejó cuando se subió al vuelo de Aerolíneas Argentinas que lo llevó a Portugal, primer destino de su gira. Es llamativo que CFK, con la lapicera del Ejecutivo en mano no haya, al menos, inclinado el tablero un poquito más para la izquierda. No trascendieron decisiones intempesitivas ni normativas divergentes de la gestión albertista. Este es el dato que nos dejó el viaje de Alberto: los socios de la alianza están inmovilizados; no hay nadie que encarne un liderazgo trascendente que tome decisiones que se apliquen: ni AF, acribillado por el fuego amigo; ni CFK, preocupada por sus asuntos judiciales; ni Massa, enredado en las negociaciones políticas en la arena legislativa. Es una coalición oficialistas tan extraña y compleja que produce una convivencia pobre que se traduce en un efecto centrífugo de las tres patas de la coalición. El único logro que cosechó fue el triunfo en la elección. Pero en la gestión, deja sabor a poco. Por no decir a nada. Cualquier parecido con Cambiemos es pura casualidad.

Las paradojas de este presidencialismo sui generis, como lo acuña Claudio Jaquelin, se dejan ver a lo lejos. El Presidente enfoca sus esfuerzos en atraer inversiones, pero no hace los deberes en casa; o los hace a medias. El Congreso se sacude con un binomio normativo impetuoso y audaz: la modificación del Ministerio Público Fiscal, y el proyecto de superpoderes para el Presidente en el marco del manejo de la pandemia. Ambos tocan puntos sensibles de la institucionalidad. Como si fuera poco, de la noche a la mañana cerraron el grifo de las exportaciones de carne. Son todos pequeños pasos, sin un hilo conductor, en direcciones opuestas. Salen a la caza de inversiones mientras aplican controles de precios y suben los impuestos a la producción; pisan el precio del gas, pero suben el de las naftas; acuerdan la postergación de las PASO con la oposición, pero la acechan con el asunto del Procurador de la Nación; coquetean con el FMI, pero se alejan de EEUU, el principal miembro del Fondo, cuando rechazan el accionar de Israel. Avance y retroceso. Pan y queso. Es un empate, de suma cero. 

EL PERSONAJE: Kristalina Georgieva

La imagen de la directora ejecutiva del FMI se aloja en el inconsciente colectivo argentino como una figura más bien comprensiva y humana que expresa buena voluntad para ayudar a resolver el asunto de la deuda externa argentina. Pero lo cierto es que ella es la voz de un cúmulo de países acreedores, que se gobiernan en un directorio, que es más bien burocrático. Georgieva es el personaje de la semana porque quedó demostrado que la definición del acuerdo con el FMI, que encarna su figura, tendrá un doble impacto: por un lado, en el pago de la deuda externa, y por el otro, en la política económica que regirá a la Argentina hasta fin de año. Apenas una Carta de Intención con el organismo puede poner en jaque los dogmas kirchneristas para el año electoral.+)

LA FRASE

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