Hace ochenta años se suicidaba Lisandro de la Torre, un destacado político rosarino nacido en Rosario el 6 de diciembre de 1868 que fue uno de los protagonistas de la oposición al régimen conservador.
Como todos los dirigentes próximos a ese protoradicalismo, fue muy popular, virtuoso orador y tenaz batallador, que hizo eje en el combate a la corrupción y en el cultivo de las virtudes cívicas. No en vano se lo llamó "el fiscal de la República". Eran laicistas y, como en su caso, muchos eran ateos también.
Mucho se especuló acerca de la verdaderas causa de su suicidio. Se especuló con la culpa por la muerte de su compañero de bancada, Enzo Bordabehere, quien se interpusiera ante el sicario que quiso asesinarlo en pleno debate de la Guerra de las Carnes en el Senado de la Nación en 1935; otros aseguran que el fallecimiento de su madre unos días antes tuvo un papel crítico para esa decisión. Lo cierto es que él ya se había retirado de la política; además, todos reconocían que estaba muy deprimido y que había empezado a despedirse de sus amigos.
De su carta de despedida se desprende el intenso aroma de las flores antes de marchitar; el agobio de un espíritu que se queda sin fuerza para mantener la pelea y la esperanza del que cree que con ese último gesto alcanza cierta inmortalidad.+)
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