Todo el tiempo se habla de si el gobierno puede ganar o no las elecciones de este año. Por supuesto que a esta altura, sin candidaturas definidas, sin resolverse el enigma de CFK, sin arreglarse la interna peronista bonaerense, y con la gente con la cabeza en la plata que no alcanza, la moneda está en el aire.
Sin embargo, la de este año es una elección federal en 24 distritos, lo cual distorsionará un poco la foto real final. Hagamos un mínimo de historia: el kirchnerismo perdió el comicio legislativo de medio término en 2009 y 2013 en la provincia de Buenos Aires (PBA), pero de todos modos se impuso en el recuento nacional. Las fotos que quedaron grabadas en la retina son las de De Narváez y Massa como triunfadores. Los analistas diseccionaron de un modo diferente la realidad política conformada.
Si el gobierno puede ganar la elección nacional no se sabe, y tampoco es tan importante desde el punto de vista del impacto mediático, de la opinión pública, y de los actores políticos, económicos y sociales. Porque si el gobierno pierde en PBA, todo olerá a desastre, y si gana, todo sugerirá triunfo. Como de costumbre, ninguna de las 2 conclusiones será la correcta.
El oficialismo puede ganar en la PBA y no obstante perder a nivel nacional. ¿Es esto posible? Perfectamente. Veamos las siguientes cuestiones:
· La PBA representa el 38 % del electorado nacional. Esto siempre lleva a pensar que si se gana ahí, se gana todo. Como los tiempos están cambiando, obsérvese que en la segunda vuelta presidencial de 2015, Scioli ganó en 15 distritos sobre 24, incluida la PBA. La diferencia la hizo Macri en Córdoba.
· Si este año en Córdoba el candidato del PJ provincial es De la Sota, a Cambiemos se le va a hacer cuesta arriba imponerse, porque además le falta candidato competitivo. De modo que la ventaja cordobesa se esfumaría.
· En esta oportunidad los gobernadores peronistas juegan sus propias fichas, no las de Scioli, de modo que tratarán de ganar a capa y espada, y eso contribuye una sumatoria justicialista nacional potente. Por ejemplo, genera dudas si Cambiemos podrá volver a imponerse en lugares como La Rioja, San Luis, La Pampa y Entre Ríos.
· Si se impone un voto bronca, el dique de contención para que el macrismo no pierda en la PBA se llama Sergio Massa, al fragmentar el voto opositor. De modo que eso pone en duda la estrategia de la polarización con el kirchnerismo (que, por otro lado, si no se presenta CFK, no va a surtir el mismo efecto miedo).
Dicho todo esto, entonces es posible que el gobierno gane en la PBA, sin que pueda triunfar a nivel nacional (como sí logró Alfonsín en 1985). ¿Qué significaría una radiografía de ese tipo?
· Un empate político: el gobierno se lleva el premio del principal distrito, dándole una imagen de consolidación, y los peronismos seguirían siendo dueños del interior profundo.
· Una advertencia a todos: mensaje para el gobierno (“te di la PBA para que no producir una catástrofe política, pero ojo que no me convence cómo estás gobernando”) y para el peronismo (“Uds. no se la crean que parte de los problemas que tenemos es por culpa suya”).
· Existen comportamientos globales de la sociedad que llevan a que los resultados se ajusten a la expectativa mayoritaria. Por ejemplo, si la mayoría no quiere que Cristina gane una elección, puede haber un encolumnamiento de votos a favor del gobierno por temor a ella. Más allá de CFK, si la mayoría considera que sería catastrófico que Macri se viera perdedor el 22 de octubre, muchos harán una voto estratégico / útil para ayudarlo a evitar el fantasma de un 2001 (aunque las condiciones hoy sean muy distintas).
Yendo entonces a la pregunta del título de esta columna, la respuesta es afirmativa: el gobierno puede zafar si se activan ciertos miedos, pero algún correctivo sufrirá por el combo de economía que no despega y sus errores no forzados, el cual ha producido una decepción prematura.+)
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