Los resultados de las PASO parecerían cristalizados más o menos en la proporción 40, 30 y 20, entre Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, respectivamente.
Parece difícil que, durante las dos semanas y pico que quedan hasta las elecciones, esa situación pueda cambiar por el solo efecto de una campaña electoral. El debate presidencial lo dejó de manifiesto. La gente no esta carente de información, sino de motivación para emprender un camino diferente al andado hasta ahora.
En primer término, es sospechoso que las encuestas señalen a Scioli justo en 40 y con diez puntos de diferencia respecto de su retador Macri. Parece un resultado montado para que el público juzgue a la elección como definida. Inicialmente eran pocos los índices que lo daban en 40 o más puntos. Muchas veces aparecía en 39 o 39.5 y, sólo en pocos casos, en 40.
La Constitución Nacional, luego del Pacto de Olivos, afirma que se puede ganar en primera vuelta al obtener más del 40 y diez puntos de diferencia con el segundo, o liderando con 45 puntos.
Pero los porcentajes no son cifras absolutas. El candidato del Frente para la Victoria podría apelar al famoso "peso del aparato" (eufemismo que se usa para referirse a prácticas fraudulentas o forzosas) para decidir la elección a su favor en la primera vuelta. Los especialistas calculan que la efectividad de tales mecanismos no exceden nunca el cinco por ciento, cifra más que suficiente para obtener la diferencia.
Por su parte, Macri estresó el argumento del cambio que tampoco parece ser absoluto. Quienes votaron a Massa o a José Manuel de la Sota en agosto no parecen querer canjear el "cambio justo" por el "voto útil", al menos hasta ahora.
Tal vez la denuncia contra Fernando Niembro y otros dirigentes del PRO haya espantado a los eventuales nuevos votantes de Cambiemos; o tal vez los votantes de Massa no ponderaron tan enfátcamente la cuestión de la corrupción en desmedro de un triunfo K; o no consideren a Scioli un candidato K, o lo califiquen como un tipo de cambio moderado del estilo de Massa y preferible en última instancia a Macri.
Si la cantidad de votantes se mantuviese inalterable, lo que Macri tiene que revertir es una diferencia de dos millones de votos, la mitad de los cuales (en rigor 900 mil) son bonaerenses.
Contra todos los pronósticos, el oficialismo tuvo una deficiente elección en la provincia más populosa, hizo una razonable elección en los otros grandes distritos y sumó de a unos pocos cientos de miles de votos por distrito con buenos resultados en NOA, NEA y la Patagonia.
Macri, en cambio, no pudo ganar Santa fe, Entre Ríos, Córdoba ni Tucumán. Concretamente, sólo ganó Mendoza y Capital. La política es construcción de consensos mayoritarios. Cambiemos debió haber priorizado triunfar en los grandes distritos para equiparar el peso K. Se les escaparon los radicales Mario Barletta, en Santa fe, y de Atilio Benedetti, en Entre Ríos, para poder eventualmente prescindir de un acuerdo con UNA, que se logró imponer en Córdoba. Tampoco logró el mejor resultado en Capital. Los 800 mil votos que obtuvo suman poco más que los 770 mil de Horacio Rodríguez Larreta en las recientes elecciones para jefe de gobierno porteño pero no llegan al millón de votos que consiguió Macri en el ballotage de 2011. Cabe recordar que, al nominar a Larreta, Macri optó por colocar como sucesor a una persona por su perfil de gestor que asegurarse la elección con una candidata claramente ganadora, como era el caso de Gabriela Michetti. E
Ahora es complicado revertir los mensajes que se emitieron al momento de tomar tales determinaciones territoriales. A Macri le falló lo que se dice "el armado". Transitó el camino de los nombres conocidos, pero su mejor elección la consiguió la tradicional María Eugenia Vidal, que no es ni rica, ni famosa ni una deportista destacada. Ahora se juega en terreno conservador, en donde el dirigente porteño no tiene mucho más para mostrar que su sobria vicejefa de gobierno.
A Vidal le sobra perfil para disputar el 1,4 millón de electores que se volcó por Julián Domínguez. Esta es la elección que le puede dar la posibilidad del ballotage a Cambiemos. El FPV en la provincia obtuvo 4,8 millones de votos en 2011 3,4 en las PASO, de los cuales 1,4 fueron de Domínguez. Existe un espacio en donde Cambiemos puede diferenciarse y obtener rédito electoral suficiente para mantener sus aspiraciones.
Es claro que a esta altura no alcazarán las campañas. Harán falta hechos políticos.
También podría apelar a los que no votaron. Una mayor afluencia de votantes a las elecciones podrían disminuir con facilidad ese número a menos de 40. Son ocho los millones de personas que no votaron en las PASO, unos 700 mil votos menos que lo que sacó el candidato del FPV en esa misma oportunidad.
Scioli, en cambio, no se equivoca. Soporta con estoicismo una metralleta de cadenas nacionales que terminarán por hartar al electorado independiente que necesita para superar el techo del 40 por ciento. Tal estoicismo no es suficiente para mejorar su aspecto físico, que luce demacrado y que no es un elemento menor en una campaña electoral. Y comete errores, como robar dirigentes; difícilmente eso le procure votos.
No obstante, es temprano aún para expresarse con determinación en materia de resultados.+)
Comentarios