Darle nombre a las cosas ayuda a precisar, a calibrar, a ponderar.
La Guerra al Narco que reclaman los obispos es la misma que proclaman ahora la dupla Daniel Scioli y Alejandro Granados, pero también la que venía siendo tímidamente anticipada desde otras instancias estatales.
El Estado democrático, avergonzado por lo que fue el terrorismo en tiempos de facto, dejó entrar por la puerta de algunas garantías individuales a la inseguridad, cercenó de esa manera otras garantías y cedió el monopolio legítimo de la fuerza.
La identificación de ests nuevo enemigo, el Narco, cuya consecuencia es la misma inseguridad que lidera las encuestas, le permitirá a este mismo Estado desandar el camino del garantismo e incursionar en un combate en el que no solamente actuarán las fuerzas de seguridad sino que también se volverá a recurrir a las Fuerzas Armadas, aunque en forma subsidiaria.
Porque a diferencia de las caras marginales y empobrecidas de la inseguridad, al Narco se lo identifica con gente acaudalada que se confunde con el empresariado y los nuevos ricos. Un enemigo ideal para ese segmento que nunca quiso criminalizar a la pobreza, pero que se vio desbordada por una violencia descontrolada que no pudo explicar ni contener.
Es muy probable que, de la Mano Segura y Firme de Scioli efectivamente ejecutada por Granados, esté la posibilidad de retornar al camino del monopolio legítimo de la fuerza.
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Foto: lanacion.com |
La Presidente recibió el alta médica. Según la prensa, volverá a sus funciones gradualmente. Deberá decidir si sigue tironeando de las variables económicas o si emprende el camino del endeudamiento externo para ir equilibrando las cuentas deficitarias como consecuencia principalmente de la cuestión energética.
También tendrá que permitir o desautorizar los realineamientos sucedidos dentro del justicialismo en torno de Scioli como candidato a sucederla. La manera en que lo haga asegurará la continuidad o favorecerá el crecimiento de una opción opositora progresista o liberal.
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