20/10/13
El espectáculo de esta semana fue notable, aunque quizás no demasiado notorio. El gobernador Daniel Scioli, que acostumbra abrumar con su hiperactividad atropellando la pila de críticas sobre su gestión, acaba de completar un primer ensayo general del papel protagónico que sueña interpretar.
El martes estuvo en un congreso sobre responsabilidad social en Ezeiza, con su nuevo ministro de Seguridad, Alejandro Granados, como anfitrión en su clásico restorán camino al Aeropuerto. La foto de ese día mostró a Sciolicompartiendo sonrisas con Lula y Felipe González. Ni el ex presidente brasileño ni el ex primer ministro español pudieron ver a Cristina, convaleciente en Olivos. A cambio, vieron a Scioli.
El miércoles en Mar del Plata, Scioli fue la figura en la cena de IDEA, en el coloquio que cada año reúne a buena parte de la elite empresaria y política. Allí, casi sin ponerle énfasis a sus palabras, criticó las fallidas políticas oficiales contra la inflación. Fue un palo para Guillermo Moreno y una caricia para el empresariado y de la dirigencia peronista, que por razones diversas coinciden en ver a Moreno mucho más como un problema que como una solución.
La sola presencia de Scioli en IDEA marca un tiempo de cambio. La última figura de gobiernos kirchneristas que había pasado por allí fue Roberto Lavagna, en 2005. Poco después Kirchner lo empujó del Ministerio de Economía y ordenó vaciar el encuentro empresario de funcionarios de alto rango.
El jueves 17 de octubre Scioli encabezó actos peronistas en Avellaneda, Tecnópolis, Quilmes y Santa Fe. Y el viernes asomó su rostro imperturbable por Bolívar, donde Marcelo Tinelli reabrió un cine: por nada del mundo se iba a perder esa cita de la farándula. También estuvo allí Martín Insaurralde, que caminando junto al gobernador está dando buena pelea después de la derrota en las primarias.
Nada deslumbra más a Scioli que mostrarse como garantía de gobernabilidad para la etapa que vendrá, inevitablemente, cuando el sol de Cristina empiece a conocer el ocaso. Supone que ese es el paso natural hacia la candidatura presidencial y la Presidencia misma. Cree inevitable esta secuencia pero trabaja para que se le cumpla,aguantando lo que sea sin que su naturaleza parezca violentarse.
Después de verlo actuar durante más de quince años, desde que entró a la política, se concluye que Scioli no inventó un personaje y un libreto y los actúa día tras día, sino que ese personaje y ese libreto son él mismo. De tan simple, a veces resulta difícil de entender.
Scioli, tan afable en público, puede ser muy áspero en el trato cuando tropieza con alguna contrariedad que lo pueda alejar del objetivo.
El poder es su propósito y su ideología. Quizás por eso los peronistas lo sientan tan peronista. Aunque lo suyo sea un peronismo de liturgia simbólica y de aplicación más bien pragmática, de discurso flexible, adecuado a los tiempos y las circunstancias. En fin, un peronista de verdad.
Personajes poderosos, con cargos de gobierno y abundancia de recursos, trabajan para que a Scioli no le toque nada, para que su herencia del tiempo kirchnerista sea igual a cero, y que su paciencia para soportar cuanta perrada le han hecho no le dé otro fruto que la amargura y el rencor.
Scioli dice que ya conoce qué cosas enojan a Cristina y su entorno, y trata de evitarlas cuanto puede. Su negocio es llegar lo menos mellado posible al momento en que se discuta el futuro. Bajo este cristal, su tolerancia persistente podría no ser una cortedad del espíritu, sino laconducta guiada por el cálculo frío del que no está dispuesto a dejar que nada lo distraiga de su ambición.
Si hasta parece sentarle bien un triunfo sin paliza de Sergio Massaen la elección del próximo domingo, que consagraría la declinación del núcleo duro kirchnerista y la salida de Cristina en 2015.
En el camino lo esperan Massa, Macri, Binner, Cobos, tipos que pretenden el mismo premio y que van a entrar enteros y victoriosos a esa carrera final. Quizás largue en desventaja, pero Scioli quiere competir como sea. Sería un error descartarlo antes de tiempo.
Un detalle de su paso por Mar del Plata: cuando terminó la cena de IDEA en el Sheraton no salió por la puerta principal sino que eligió irse por la cocina, saludando a los trabajadores del hotel.
Como hacía Menem, como en su tiempo hizo Kirchner. Estuvo con los dos, aprendió de los dos.
Comentarios