La elección de Mons. Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica de Roma tiene un sentido geopolítico mayor que el de su mera argentinidad. Francisco es latinoamericano. Es el primer Papa americano como dijo Barak Obama quien, dicho sea de paso, no dejó de emitir señales de bienvenida y de anunciar que enviará a su vicepresidente católico, el influyente Joe Biden, a la ceremonia de su asunción.
La alegría de Obama, así como el sentido de la elección cardenalicia -en donde predominan los europeos-, sugiere que el subcontinente sudamericano será la prioridad. Y que el arzobispo porteño tuvo allí la habilidad de un jesuita, además de representar a un país que pudo terciar entre los mexicanos y los brasileros, dos naciones grandes de histórica pica.
Pero en adelante la agenda de Francisco estará signada por la interna curial, por un lado, a la que pondrá a régimen de severa austeridad, y por una contundente acción pastoral cristiana, centrada en los más pobres, en los más débiles. Esto derivará en un liderazgo que le permitirá sentarse en la mesa de las relaciones internacionales con recomendaciones económicas heterodoxas, centradas en el desarrollo de la persona humana, y políticamente republicanas. Pero centrado en su rol de Pastor.
Los bolivarianos se las verán de figurillas frente a un titán que los va a correr por izquierda. Por un cura con dialéctica reformista pero doctrina ortodoxa. Que va a molestar a los pacatos y fascinar a los que claman por cambios. Sin Hugo Chavez, será muy difícil contrarrestar el efecto de imagen del Papa de los pobres.
Francisco no va a ser una figura mediática, pero los medios se dejarán seducir por esta señal de contradicción a la cultura mundana en vigor.
Será política y mediáticamente hábil, como Juan Pablo II, y doctrinariamente ortodoxo, aunque más reformista, como Benedicto XVI.+)
Comentarios