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Al disco |
La Argentina vive un proceso de transformación. Más allá de los cambios epocales que vive el mundo, en donde todo está dado vuelta, desde las instituciones fundamentales hasta la valoración de las mismas, nuestra sociedad se ve sacudida por un hallazgo: el oro verde. De haber sido parias periféricos hace un par de lustros, algunos países emergentes como el nuestro se erigen en nuevos ricos globales.
El argentino, todavía aterrado de que lo sacuda un 2001, no quiere más lola. "Que todo siga así", parecería decir en la intimidad el 50 por ciento que votó ayer a Cristina Fernandez de Kirchner. Máxime en este contexto internacional tan inestable.
Pero no todo es miedo. La Presidente ha sabido interpretar mejor que la oposición algunas cuestiones que aquejan a los ciudadanos más vulnerables. Al menos, la oposición no lo supo hacer.
Cuando una persona de condición acomodada ve a cierta clase de menesteroso feo o de conducta sospechosa en la proximidad, es difícil que no tema que pueda ser un ladrón o algún tipo de criminal. Cuando una persona de conocimientos elementales y escasos recursos ve por la TV a un político que no se expresa claramente respecto de que todo siga como está, teme lo peor para él.
El Gobierno estigmatizó a los poderosos, a los que hostiga sistemáticamente con cualquier motivo. Si bien es cierto que eso puede dificultar el ingreso de capitales foráneos y espantar a las élites ilustradas, asegura sustento popular y lo que no provean las inversiones lo aportará la santa Soja.
Es evidente que el sistema de partidos quedó despedazado. No es algo de hoy, ni de ayer. Pero lo que se vio anoche fue a un Gobierno de un lado y a una serie de proyectos personalistas, del otro.
No se puede decir que la gente sea ignorante. Acudió masivamente a las urnas y cortó boletas a lo loco. Votó positivamente. Primero lo hizo por Macri, Bonfati, Del Sel y De la Sota, para luego hacerlo con Cristina. Más aún, introduciendo un interesante collage en el sobre. La Presidente se equivoca que fue un cheque en blanco. De hecho, no reaccionó como si lo fuera.
La oposición no presentó propuestas interesantes. A puro Marketing Nada, tan posmoderno, ganan los gobernantes; la oposición tiene que ofrecer algo más y construir consensos mayoritarios. La telepolítica mató a la construcción territorial. Sin recursos no hay política moderna. Es la negación de la democracia, que debería dar el poder a todos, incluyendo a los que no lo tienen. Se ha involucionado a un régimen conservador de representación. No son los patrones los que llevan a la peonada, son los discursos y los medios con la cara del poder de turno en la pantalla.
Por el contrario, no sumaron uno más uno; cuatro candidatos promediaron un diez por ciento cada uno. La mitad eran votos conservadores populares y la otra, liberal progresistas. Otro dato de la realidad: el radicalismo agoniza. No todos los correligionarios votaron a Ricardo Alfonsín. En el peronismo, un dirigente con ínfula, que se lleva puesto al aparato provincial, al popular Julio Cobos y a Ernesto Sanz, con las corporaciones apoyándolo y todo, es un héroe y todos se encolumnan detrás de él; en el radicalismo, se escandalizan y le rajan. Alfonsín quedó sólo como un peronista el Día de la Lealtad.
Las tres cuartas partes de los votos fueron nacionales y populares, en sus distintos formatos.
Parecería también que las internas, que se produjeron mayormente en el orden municipal, dieron resultado y sumaron muchos votos al oficialismo.
La juventud. Mucha juventud vio en el oficialismo un discurso valórico y de transformación del orden establecido. La oposición presentaba programas de restauración, y en muchos casos no fue consecuente con sus campañas anteriores.
El asesor de Clinton James Carville dijo que era "la economía, estúpido". Para evitar los insultos, tan altisonantes, podemos citar a Carlitos Grondona: "es la soja".+
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