El año electoral se presenta con un enorme grado de incertidumbre. Mucho mayor que las últimas oportunidades
El Gobierno muestra sus mejores índices de popularidad, ahora que no empezó la campaña de lleno; de hecho, ya perdió un paquete importante de puntos desde la muerte de Néstor Kirchner hasta estos días por exclusivo mérito propio (por el episodio del Parque Indoamericano, principalmente).
De acá en más, con el surgir de los candidatos concretos y únicos por partido, el oficialismo entraría en caída o, cuanto menos, en un amesetamiento. Si actualmente no le alcanzaría para llegar sin ballotage, sus chances se alejarían; y los encuestadores dicen que ella pierde en casi todos los escenarios de segunda vuelta.
El resultado electoral será una incógnita hasta el final. Hay una serie de variables que son claves de este proceso y que hay que monitorear:
+ El pendulo. La gente se cansó de muchas cosas que encarnó este Gobierno (piquetes, sindicalismo desmadrado, violencia callejera, inseguridad, el populismo), pero -según se desprende de las entrevistas a presidenciales que publicó La Nación- parecería que el único que las está interpretando de alguna forma estas sensaciones es el propio oficialismo; al menos en lo verbal, cuando la Presidente pide que no corten calles y llama a la mesura a los sindicalistas. Por el momento, hasta tanto no se diriman las candidaturas, no se puede juzgar a la oposición; pero el margen de maniobra será para ellos cada vez más escaso.
+ Daniel Scioli. Este chisporroteo entre caudillejos del Conurbano y el kirchnerismo por la cuestión de las colectoras es muy serio para las posibilidades electorales del partido de gobierno. Lo lógico sería que terminen acordando dejarlo a Martín Sabatella afuera, y arreglen. De no ser así, la fuga de algunos dirigentes peronistas, aunque más no sea del propio Grupo de los Ocho versión Siglo XXI, complicaría el resultado de los comicios.
+ Ni qué decir si Carlos Reutemann se define en favor de Mauricio Macri. Si Macri suma, además del Lole, a Juan Schiarretti, a los gansos mendocinos y a los intendentes díscolos, crece mucho en sus posibilidades de éxito.
+ Finalmente hay que analizar la eventualidad de que el radicalismo consagre a Ernesto Sanz. El senador mendocino es un desconocido para el gran público y, por esa misma razón, con el baño de fama que ofrece la campaña se puede catapultar al sillón de Hipólito Yrigoyen.
Como decíamos al principio, no hay nada dicho. Recién en marzo o abril se comenzarán a clarificar algunas dudas.+)
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