En San Isidro, ni Posse ni Lanús

Todavía hay mucha gente que no sabe que hay que votar dos veces en la provincia de Buenos Aires. La primera, el próximo 7 de septiembre, se votan candidatos provinciales y municipales y en la segunda, el 26 de octubre, los nacionales.  Esta división perjudica a aquellos que colgaban todas sus votaciones de una sola boleta, pero favorece a aquellos que piensan y analizan cada voto, segmento por segmento. Lo mismo pasa a nivel nacional, en donde las dos fuerzas mayoritarias buscan polarizar la elección y plantearla en términos presidenciales. Pero lo cierto es que la elección es parlamentaria y lo único que se eligen son aquellos que hacen leyes y controlan al Poder Ejecutivo y la Justicia. Por lo tanto, muy lejos de convenir votar a el simplista buenos contra malos, lo mejor es votar aquellos que no tienen compromiso con nadie. Nuestra sugerencia es votar el 7 de septiembre las listas de Potencia que son republicanas y van a apoyar al gobierno nacional en las cosas positivas, pero v...

Si, querido

La edición dominical de Perfil publica hoy en la tapa una encuesta de Management & Fit que asegura que Néstor Kirchner no tiene chances de ganar en ballotage frente a ninguno de los precandidatos públicamente reconocidos como tales.
Debemos suponer que el ex Presidente conoce la información, porque sin ésta no podría entenderse el fuerte impulso que la ha conferido al proyecto de Matrimonio Gay.
A juzgar por su comportamiento, es imprescindible distinguir entre la Presidencia de Néstor y de Cristina Kirchner. Néstor, durante su gestión, enfrentó intereses pero no tuvo batallas emblemáticas como las que emprendió la Presidencia de su esposa contra Clarín, el Campo y, ahora, la Iglesia. Es evidente que la cuestión militar no significaba en ese momento histórico riesgo alguno para la estabilidad institucional.
También es cierto que estos grandes enfrentamientos recientes parieron un sujeto colectivo que nadie creía compacto o real hasta 2008: el kichnerismo. Se entendía por tal a la masa de dirigentes que, atraídos por cuestiones administrativas, acudían a Olivos a rendir pleitesía.
La administración Fernandez de Kirchner, en cambio, dio batallas que dieron mística y valores al proyecto político gubernamental.
En ese sentido, esa iniciativa parecería procurar enfurecer a ciertos segmentos de la población que podrían juzgarse como refactarios al pensamiento que habita los pasillos oficiales.
Hay una extraña contradicción, que suena parecida a la que produjo el peronismo que terminó quemando las Iglesias. Porque, si bien esta campaña permitirá adherir el núcleo duro K, también lo es el hecho de que gran parte del oficialismo proviene de la ortodoxia justicialista que abreba en la Doctrina Social de la Iglesia y en los estamentos populares bonaerenses y del interior y que de progresista tienen muy poco.
La Iglesia, a diferencia del Campo, está dividida en esta batalla. Hay un sector liderado por Jorge Bergoglio, que quisiera dejar cerrado este debate con una Unión Civil bendecida por la ley; otro, no quiere saber nada con normativizar a lo que considera una desviación del orden natural. Más aún, los curas carecen de un vocero carismático que les permita difundir su mensaje masivamente y, de esa forma, dar la batalla política que desearía el sector capitaneado por el arzobispo de La Plata,  Mons. Héctor Aguer.
En el medio están los legisladores, que deben dar explicaciones por apoyar un proyecto tan lejano a su ideario.
Una derrota legislativa podría costar muy caro al oficialismo. Dejaría inaugurada, de hecho, la etapa del Pato Rengo, si es que no comenzó ya con la hiperactividad de la oposición parlamentaria.
El peronismo tiene la última palabra. ¿Será "si, querido"? .+)

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