La sanción de una ley de Medios Audiovisuales ha sido uno de los hechos más destacados de las últimas semanas.
Porque significó el combate entre dos pesos pesados: Clarín, el principal multimedios de la Argentina, y el ex presidente Néstor Kirchner que se niega a resignar el poder, sin importarle el resultado electoral del 28 de junio.
Porque los medios audiovisuales han condicionado la Argentina de los últimos años, y no siempre necesariamente bien.
Porque la libertad de expresión es una garantía democrática fundamental.
Porque la política no tenía claro que partido jugar, y la opinión pública vio mucho corporativismo en ambos sectores en pugna.
Para Clarín es una de las más significativas derrotas en los últimos tiempos. Nadie se le había animado a tanto. Kirchner le pisó el fútbol, fue por la hegemonía mediática y ahora amenaza con caminarle Papel Prensa.
Para Kirchner no se repitió el malogrado episodio de la 125, cuando el campo le demostró que él no podía hacer lo que quisiera con la Argentina; que había límites. Desde entonces, el Gobierno busca desafíos difíciles, pero posibles. Con aliados.
Ahora Clarín tendrá que buscar su propia ecuación. Antes no hacía falta el gato, porque alcanzaba con el olor a gato. Ahora deberá cazar algunos ratones para dar crédito a sus amenazas. Si quisiera mantener su imperio.
No hay lugar para la negociación. Tal vez para un armisticio, nomás.
El oficialismo intentará antes del 10 de diciembre una reforma política que permita a la Argentina tener un mecanismo similar al de los Estados Unidos, funcional a la nominación -no necesariamente ganadora- de Kirchner, y una reforma del poder financiero.
Néstor sueña con ser Winston Churchill. No aspira ya a ganar en 2011. Se conforma con cargarse a unos cuantos, según a confesado a algunos conocidos. Sabe que esas victorias le cuestan poder político, imagen negativa. Pero sigue adelante. Tal vez logre ser el hombre más odiado de la Argentina, o alcance ser un líder para un segmento poblacional que lo empieza a mirar de otra forma.+)
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