El Milagro de la Violencia

En los primeros tiempos del kirchnerismo, cuando empezaban a aparecer los protagonistas del fenómeno piquetero como una pata social de la transversalidad K, la violencia esgrimida era puramente verbal, disuasiva.
Los escraches impusieron un estilo forzado de expresión, pero no implicaron violencia explícita, salvo excepciones.
El conflicto con el campo, que no fue particularmente violento, incursionó en manifestaciones de fuerza de ambos lados. El escrache al jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, en una visita por el interior santafecino, así como el golpe propinado por Luis D'Elía a un manifestante agrario, cerca del Obelisco porteño, fueron ejemplos de eso; vale recordar que el apresamiento de Alfredo de Angeli por parte de la Gendarmería como el primer antecedente de represión policial de la gestión K.
El conflicto de Kraft, como ya hemos mencionado en otras ediciones, dio otra vuelta de página en este capítulo. Al mismo tiempo, los piquetes de izquierda sitiaron a la ciudad de Buenos Aires, en simultaneo con sendos operativos en el interior del país. Ahí el aire se empezó a enrarecer. El kirchnerismo forzó la marcha parlamentaria, más allá de la transición legislativa, mientras fue cayendo estrepitosamente en sus índices de aceptación e imagen.
Ahora, el ataque sufrido por el presidente de la Unión Cívica Radical (UCR) en su tierra jujeña es la explicitación de este mismo fenómeno social. Porque, para colmo, el oficialismo demoró 48 horas en repudiar la agresión; por el contrario, piqueteros filokirchneristas se solidarizaron con la cabeza visible del movimiento Tupac Amarú, que tuvo a su cargo la maniobra y que según dicen tiene llegada directa con Néstor Kirchner.
Milagro Sala, de ella se trata, ha consagrado la violencia política en el altar de la Democracia Forzada. Amén.+)

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