En piloto


El Gobierno está paralizado. No está apagado, pero está “en piloto”; si fuera una estufa, no calentaría.
Un engorroso esquema de toma de decisiones no permite al gobierno de Todos avanzar cómodamente. Su margen de acción es mínimo; porque así como Cristina -que formalmente secunda a Alberto- no puede evitar intervenir en cada decisión política, las segundas líneas ministeriales que ocupan sus alfiles acotan el poder de sus superiores albertistas  aquellos a quienes la Vicepresidente definió como “funcionarios que no funcionan”. Son los casos de Paula Español con Kulfas; el interventor del ENARGAS, Federico Bernal, con Darío Martinez y hasta con Martín Guzmán, o Juan Martín Mena con Marcela Losardo, o ahora Martin Soria. O lo que Wado de Pedro es para Santiago Cafiero, ya que en alguna medida tiene funciones de coordinación de otras áreas. Podríamos seguir dando ejemplos ilustrativos del extraño y complejo funcionamiento de este gobierno; estos son algunos temas que hacen a la cuestión económica, nomás.
El primer tema es la cuestión de las tarifas, debate que se dio en el marco de las audiencias públicas a las que convocó el gobierno para el caso de las boletas de gas. Allí quedó expuesta la profunda diferencia que existe entre el Instituto Patria y el Ministerio de Economía alrededor de la cifra que regirá dichos aumentos; aún así, las dos reuniones no fueron suficientes para llegar a un acuerdo, por eso se dirimirán en una tercera Audiencia. Bernal, en su discurso de apertura, innovó con un nuevo término del diccionario peronista al referirse a la “justicia tarifaria” y se refirió a la energía como un derecho humano y social: “¿Por qué entonces no se computa y crítica el impacto de la salud y la educación en el PBI, auscultándolo con lupa como suele hacer -ya enfermizamente- cierto sector de la prensa argentina escrita y hablada con la energía y las tarifas de los servicios públicos? ¿Por qué no se propone, como sí con la energía y las tarifas, eliminar o reducir drásticamente los subsidios a la salud pública, a la educación pública, a la ciencia y a la tecnología?”. Su discurso se dirigió al gobierno y tuvo como objetivo recordarles los ideales cristinistas. Aún así, es evidente que la obsesión kirchnerista por el tema de la gratuidad de los servicios públicos es jueguito para la tribuna, porque en YPF -cuya propiedad nunca estuvo del todo clara- se aplican otras reglas: las del mercado. Mientras que en la empresa que algunos -como Carlos Pagni- le atribuyen a CFK, el precio de la nafta no pierde frente a la inflación; el mercado energético en su totalidad tiene que subsidiar aumentos mínimos para las tarifas energéticas.
Hablando de inflación, el otro episodio de la semana que también confirma este curioso modus operandi de los viceministros fue el que protagonizó Paula Español al anunciar la implementación de un sistema de fiscalización de stocks y producción de las grandes empresas. Fue un gesto de profundización de la política de garrote de la Secretaría de Comercio, y una jugada que dejó en off side a su superior, Matías Kulfas, que horas antes había negado su instrumentación a directivos de la UIA. Tal como informó Jorge Liotti en La Nación este domingo, el desautorizado Ministro tuvo que confirmar las medidas ex-post que había anunciado su segunda.
Volviendo al Presidente, la cadena nacional del jueves constituyó el hito comunicacional de la semana. Aunque “planificada” en cuanto a que fue filmada de antemano, fue evidentemente improvisada. Dos hechos merecen justificar dicho calificativo: por un lado fue un discurso vacío de contenido y de anuncios, que terminó por visibilizar un problema que en ese momento todavía no estaba en la agenda pública: el faltante de stocks de vacunas. Como si el Presidente hubiese querido adelantarse al problema, no sólo no consiguió instalar una respuesta gubernamental acerca del problema, sino que logró echar luz sobre la crisis y dejar el hueco vacío para la libre interpretación de la opinión pública y los medios. Lo único que dejó de manifiesto fue el intento por tapar la resurrección de Mauricio Macri, en la presentación editorial que anunciaba su regreso a la escena política ante una eufórica militancia reunida en el Centro de Convenciones de la Ciudad de Buenos Aires. Un jueves con un super prime time.


Ante la oscuridad de un gobierno apagado que no da pie con bola, Macri se prendió y parece consolidarse como el líder de la oposición cambiemita, diluyendo 
las posibilidades de liderazgo de Horacio Rodriguez Larreta o Maria Eugenia Vidal, que tuvo que demorar su propia reaparición; Vidal tenía prevista la presentación de su propio libro para este mes, pero se vio obligada a retrasarla. Como ya hemos esbozado en este boletín, por más esfuerzos que haga, Horacio no puede salir de su estilo moderado ni alejarse demasiado de Parque Patricios; sería como ir forzosamente en contra de su esencia. De todos modos, mientras Macri pisa de lleno la derecha del espectro político argentino, Cristina hace lo suyo hacia el otro extremo, consolidando a su núcleo duro, que representa otro tercio de la población. La radicalización del Presidente lo está llevando a perder esos votos moderados que supo atraer en 2019 y que lo situaron en el sillón de Rivadavia; hoy sólo lo respaldaría la base electoral del kirchnerismo duro. De esta manera se va despejando la avenida del medio, un espacio que el dirigente neoradical Martín Lousteau mira con buenos ojos, mientras se dirimen las internas en su partido. La compulsa radical ilustra una buena proyección del futuro de un partido que evolucionó, y que está siendo desafiado por una renovación y que representa una línea más progresista, joven y moderna que la que defienden los caciques radicales, personificados en Alfredo Cornejo, Ernesto Sanz, Ramón Mestre, Mario Negri, Gerardo Morales, caras de aquella famosa Convención partidaria de Gualeguaychú que llevó al partido a formar la alianza que ganó la Presidencia en 2015. A pesar de que los apretados resultados sigan dando como ganadora a la línea conservadora apoyada por el aparato del partido, la legitimidad que inevitablemente ha constituído la nueva fuerza es una tendencia que se seguirá consolidando y que ya está disputando hoy las principales candidaturas en la ancha avenida del medio de los “desencantados” que un gobierno apagado, sin quererlo, ha cedido.+)

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