¿Qué pasará en 2025?

Menem lo hizo

La muerte de Carlos Saúl Menem merece un balance de su Presidencia, dada la dimensión del impacto que tuvo en la vida nacional.

En materia económica, puso fin a la inercia indexatoria y estatista que heredó de Raúl Alfonsín y desarrollar una dinámica económica que lo colocó en el G20. El Estado Argentino vivió transformaciones que solamente había experimentado pocas veces antes. Tal vez las presidencias de Julio Roca y Juan Perón sean sus antecedentes en ese sentido.

El ingreso en el G20 no respondió solamente a un desenvolvimiento económico. Se debió a una inteligente construcción de relaciones internacionales. La Presidencia de Menem repuso a la Argentina en el espacio de las principales naciones del mundo.  

Hay que recordar que, a menos de 48 horas del golpe fallido del coronel Mohamed Alí Seineldín, el presidente de los Estados Unidos, George Bush, visitó Buenos Aires.

Consecuentemente, reorientó los recursos de la defensa y homologó a las Fuerzas Armadas a nivel internacional. Resolvió los conflcitos con Chile, potenció el Mercosur y salió de la confusa situación en la que la Argentina había ingresado en sus coqueteos con el Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Consecuentemente, la Argentina sufrió los atentados contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA en Buenos Aires.

No enumeraremos logros, ni fracasos. Sería extenso y nos quitaría el foco de los principal, que es su valoración.

Culturalmente, dio señales muy positivas a la población en materia de reconciliación con quienes lo habían mantenido en cautiverio durante el Proceso y hasta contra los enemigos del peronismo, como el almirante Isaac Rojas, con quien se abrazó. La diversidad se impuso con fuerza sobre la tolerancia que reclamaba Alfonsín. Con el menemismo aparecieron expresiones de todo tipo, y nadie fue censurado.

Su gobierno tuvo un sesgo conservador de los valores y liberal en política y economía. La apertura al mundo fue enorme. Las instituciones funcionaron a pleno. 

Como contrapartida, la corrupción merece su propio capítulo. No sólo el modo en que logró la adhesión de numerosos actores de la vida argentina mediante dádivas o participación en negociados, o la manera en que "manejó" a las instituciones mediante decisiones reñidas con la ética o la moral, sino también la apelación a la figura del macho argento que cortejaba a cuanta celebridad apareciera como un modo de ganar la estima social, entre otras cosas.


Algunos hechos tuvieron gravísimas consecuencias, como la explosión en Río Tercero o el distanciamiento con el Perú, ambos presuntamente por operaciones en el comercio de armas.

Lamentablemente, ese forcejeo con la ética y la noral le impidió ocupar en el siglo XX el lugar que Roca ostentó en el siglo XIX. Porque, si bien logró su -legalmente cuestionable- reelección, no pudo volver al poder.

No habría kirchnerismo, duhaldismo, macrismo ni cristinismo sin Menem.

Hay que ver cómo pasó de ser un gobernador con aspecto de caudillejo riojano cercano a la tendencia revolucionaria en los 70 para convertirse en el ícono de la sociedad en los 90. Más aún, su nombre se convirtió en sinónimo de esa década y su gobierno apalancó todo lo bueno y lo malo que sucedió a partir de entonces.

La comunicación también vivió su momento. Sus propias campañas lo acreditan. El título de esta nota lo ratifica,+)

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