La película de Alberto



La película de Alberto cumple un año en cartelera el 10 de diciembre de 2020. Sin embargo, nadie se atreve aún a acertar con el género cinematográfico.

Debido a lo estrafalario de los personajes y al modo en que se tratan -se golpean y se hacen burlas mutuamente, como si fueran payasos-, podríamos pensar que es una comedia o un sainete. Pero el público no se ríe en ningún momento.

Podemos afirmar que es de terror, pero no está claro quiénes son los buenos ni quiénes los malos.

Daría para drama, pero para serlo debería tener una trama; por ese motivo, tampoco sería una de acción, bajo ningún punto de vista.

Tal vez, una de suspenso, porque en ningún momento se sabe qué va a pasar. De hecho, permanentemente parece que no pasa nada; que la cinta se detuvo. Ahí es cuando se asemeja al cine catástrofe, porque se empiezan a escuchar gritos desde la platea, a oler humo, a ver focos ígneos, gritos, el temblor en el piso de las corridas... pero al no ser un efecto especial -ni aquel llamado “sense around” de Terremoto- la verosimilitud es tal se corre efectivamente el riesgo de quedar enterrado bajo los escombros.

Para colmo, la gente sigue yendo al cine. Necesitan creer en algo. Aspiran a ver una de amor, con final felíz.

Hay quienes prefirieron cruzar el charco y probar con otros estrenos.

Los argentinos no esperamos ver un final a toda orquesta. Nos alcanzaría con ver que termina a término y sin mayores sorpresas.


No era Rocky, pero el expresidente Eduardo Duhalde dijo: "Mi impresión es que Alberto Fernández está groggy, como (Fernando) De la Rúa”. Más adelante agregó que él también pasó por ese estado. No aclaró que tanto él como su antecesor en el cargo no terminaron su mandato, que fue el más agitado tal vez de la historia argentina.

Las palabras de Duhalde vinieron después de haber puesto en duda el proceso eleccionario. Es que tanto Duhalde como el peronismo moderado venían acusando en voz baja a una excesiva participación de la Vicepresidente de la Nación, Cristina Fernandez de Kirchner, en las decisiones presidenciales.

La única realidad era que el pesimismo crecía entre la población al punto de que se empezaban a escuchar voces que no alcanzaban a imaginar un proceso eleccionario sin un estallido popular previo. Según un estudio de Management&Fit el 63,2 creía que la economía estaba peor que el año anterior y el 56,1 que empeoraría durante los próximos meses, según explicó Jorge Liotti en el diario La Nación.


Tampoco era La Tregua. En marzo, en el discurso de apertura de sesiones, el Presidente anunciaba el envío de un proyecto altamente irritativo para la mitad de la población y que había sido rechazado un año antes: la legalización  del aborto. Pero a las dos semanas tenía que declarar una cuarentena estricta que cambió de formatos y rigurosidad numerosas veces a lo largo del año, para privilegiar a la vida sobre la economía. Por ahí pasó el nuevo trazo de la grieta. El Gobierno que hacía poco había suspendido los beneficios a las empresas de la economía del conocimiento tuvo que acudir a la vía remota para mantener la vida social, política, económica y cultural. No conforme con ello, un poco más tarde dictaría un DNU para limitar los pocos beneficios que le permitían seguir subsistiendo a las teleoperadoras.

La liberación de unos 4500 presos para evitar contagios en las cárceles puso en alerta a la población. Se vieron escenas curiosas, como la de vecinos que impedieron el ingreso de Lázaro Báez a su domicilio, en Ayres del Pilar; o linchamientos en los barrios más marginales a delincuentes liberados que fueron reincidentes.

Desde ese 20 de junio, la gente salió a protestar en cada fecha patria. El Gobierno siempre ofreció motivos.

El ministro Martín Guzman pudo acordar la renegociación de la deuda con los tenedores privados. A pesar de sus recomendaciones en contrario del efecto que generaría en la especulación financiera, el Gobierno decretó un cepo para restringir las operaciones cambiarias a límites irrisorios. Decretó, asimismo, un extraño default privado forzoso. El déficit se volvió desesperante con la instrumentación de los APE, IFE y el aumento de los subsidios. El Ministro también tuvo que explicar a los acreedores el anuncio de intervención y posible expropiación de Vicentin; el impuesto a la riqueza; el desplazamiento de los jueces Bruglia, Bertuzzi y Castelli, y la reforma judicial.


El exilio de Gardel. El éxodo de argentinos al Uruguay, entre otros destinos, se volvió conversación cotidiana en determinados ambientes y círculos sociales y empresariales.

La rebelión policial bonaerense, que empezó con un cerco a la residencia del gobernador y que terminó en una protesta frente a la Quinta de Olivos, mostró el malestar de los intendentes con el Gobierno provincial y la elevación de su pedido de socorro al nacional. El intendente de Tandil, que es médico, declaró una ficticia independencia al desacatar las normas sanitarias.

Se multiplicaron las tomas de terrenos en todo el país. Fueron más de 350. Por caso, en zona Norte afectó por dos semanas el servicio ferroviario.

Tras el congelamiento de precios a los productos de primera necesidad y la prohibición de despedir empleados, el Gobierno favoreció los aumentos salariales. Esto no privó a los sindicatos de disputas de poder al nivel de la violencia armada, como se vio en el puerto de Buenos Aires, o a incurrir en paros que comprometieron el ingreso de dólares de la agroindustria de exportación.

En el campo se vieron incendios intencionales reiterados durante el invierno y silobolsas tajeados. Las sospechas de los productores iban contra el oficialismo, y viceversa. La grieta no termina nunca de ensancharse.

Luego de una aireada discusión en la Quinta de Olivos, la Vicepresidenta cortó la comunicación con el Presidente luego del envío de una carta abierta, el 26 de octubre. Solicitaba cambios de gabinete, determinación, soluciones y, curiosamente, diálogo. Hacían tan sólo 20 días del 20mo aniversario de la renuncia de Chacho Alvarez a su cargo.

Tres días más tarde, la policía bonaerense desalojó por la fuerza el predio ocupado de Guernica y la gente de Juan Grabois desocupó el campo de la familia Etchevehere tras una decisión judicial. Hasta la Conferencia Episcopal había condenado las ocupaciones ilegales en un comunicado.

El ministro Guzmán se impuso en sus pujas con el BCRA y, a su manera, contuvo la corrida.

El Presidente impuso su estilo y empezó a correr por la izquierda a su aliada, con el envío de proyectos como el del Procurador o la llamada "Ley Vilma (Ibarra)" de aborto legal.

Parecía que la situación se normalizaba levemente, dado el esfuerzo presidencial por tomar la iniciativa hasta que los escándalos por el sepelio de Diego Armando Maradona en la Casa Rosada dejaron en evidencia que la incapacidad gubernamental alcanza a numerosas carteras, tal como denunciará CFK.


Este loco, loco, mundo. Una pandemia malthusiana terminó por jaquear el normal funcionamiento del globo.

Si bien puede que haya contribuido dolorsamente a corregir los desequilibrios de las cuentas previsionales, presentó cambios para los que no todos los países o sociedades estaban preparados. Y la geopolítica se mudó a la vacuna.

El primer mundo terminó de agrietarse también. Los sucesos de violencia en los Estados Unidos derivados de la muerte de George Floyd por parte de la policía asemejaron a nuestras dos geografías.

El estado de locura llevó a un país como los EEUU a decidir su futuro entre dos septuagenarios. Finalmente, Joe Biden se impuso sobre Donald Trump. 

A diez años del inicio de la Primavera Árabe veremos al Gran País del Norte a abrevar en la alianza con Europa y a gestionar una nueva gobernabilidad para Medio Oriente, mediante la restauración del 5+1 con Irán. No casualmente nos tocó ver morir a fines de noviembre al cerebro del programa nuclear persa.

También durante la transición se conformó el mayor bloque comercial del mundo. Quince países asiáticos y de Oceanía liderados por China se impusieron al TPP, aquella iniciativa de Barak Obama que podría resucitar en un gobierno demócrata. La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) excluye a Estados Unidos, pero abarcará a 2100 millones de consumidores y el 30% del PBI mundial. Además de China, lo firmaron Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda suscribieron el pacto junto a los diez países miembros de la Asean (la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, integrada por Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos y Brunéi).+)

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