En los desiertos cordilleranos


Una geografía tan esplendida, como hostil para el desplazamiento de tropas, fue el escenario sobre el que marcharon toda una jornada los gendarmes que ese 6 de noviembre de 1965 se enfrentaron con cuatro carabineros chilenos en el puesto Arbilla de la estancia La Florida, en plena Cordillera de los Andes.
Un breve intercambio de disparos costó la vida del Teniente de Carabineros Hernán Merino Correa y dejó un herido, el sargento Manrique, también chileno, pero restituyó la soberanía de los argentinos en Laguna del Desierto.
Con un espíritu de integración americanista los presidentes de entonces, Arturo Illia y Eduardo Frei, habían conferenciado en Mendoza unos días antes y habían acordado el retiro de los carabineros en 48 horas. Pero la orden de no fue acatada y aquel presidente a quien la opinión pública había bautizado “la tortuga” no dudó en enviar al destacamento Buenos Aires de la Gendarmería Nacional para hacer respetar los límites, tal como había sido laudado por Majestad británica Eduardo VII, en 1902; que fuera relevado en 1947 desde el aire la Fuerza Aérea norteamericana, que tuvo la tarea de establecer la línea de las altas cumbres divisoria de las aguas -que fue el criterio de distribución territorial establecido por el Tratado de Límites de 1881-, y que quedara así reflejado por el Instituto Geográfico Militar Chileno en sus mapas, en 1953.
De nada sirvió al país trasandino haber retirado esa documentación en 1956 para volver a publicarla, corregida, en 1958, ni que colonos asistidos por el Estado chileno hubieran ido poblando la zona y hasta obtenido títulos de propiedad por parte del vecino país. 
La Argentino tuvo conciencia del problema y comenzó a solicitar la documentación migratoria a esos pobladores. Hasta el 12 de octubre de 1965, cuando una partida de carabineros avanzó 35 kilómetros hasta el mencionado Puesto Arbilla, lo que les permitía obtener prácticamente 500 kilómetros cuadrados de superficie.
“El teniente murió como un hombre. (Apenas sintió el ladrido de los perros) él salió convencido de que estaba en su país”, relató para un video elaborado por la Gendarmería Nacional el entonces Alférez Eduardo Martín, que encabezó uno de los dos pelotones de cinco miembros cada uno, junto al fallecido Luis Alberto Quijano. Merino Correa “salió con su fusil FAL amenazando, insultando” mientras ordenaba el desplazamiento de la gente a su cargo.
Se suponía que, de un momento a otro alguien haría replegar a los chilenos, según lo previsto por ambos presidentes. Sin embargo, ya había pasado una hora y media de agresiones y amenazas verbales cuando, al filo de la noche, el entonces primer alférez Quijano decidió poner fin a la discusión para evitar el cambio de condiciones: “¡Arrojen las armas! ¡están rodeados por Gendarmería!”. Merino Correa disparó sobre Quijano y le rozó la cara, a lo que éste respondió con un disparo en el pecho que lo hirió de muerte. Martín disparó contra el sargento Manrique, que no había advertido su cercana presencia parapetado detrás del tronco de un árbol caído. En ese extraño trance en que la vida y la muerte juegan su partida, el camarada chileno explicó a su atacante al notar su situación: “Señor: es la segunda vez que me salvo hoy; casi me ahogo al cruzar el río…”.
Tras la rendición, los gendarmes arriaron, con los honores correspondientes y el debido respeto, la bandera chilena e izaron en su lugar el pabellón celeste y blanco; estabilizaron al herido y lo condujeron a Río Gallegos, donde lo esperaban autoridades civiles y militares de ambos países y, tras montar al cuerpo de fallecido en un caballo, la caravana emprendió el regreso.
La memoria popular tiene el recuerdo del registro fotográfico del carabinero tendido contra un árbol, gracias a que el fotógrafo Eduardo Forte y al periodista Julio Landívar, que acompañaron acompañaron al convoy y cubrieron este destacado episodio de la historia nacional para la revista Gente, por entonces recientemente aparecida, cuya misión periodística se encontraba casualmente por esas latitudes por una nota para la Provincia.
En agosto de 1991 los presidentes Carlos Menem y Patricio Aykwin firmaron un acuerdo para someter a un arbitraje el recorrido de la tasa del sector comprendido entre el hito 62 y el monte Fitz Doy. Recién en diciembre de 1996, Menem y su par chileno Eduardo Frei firmaron un protocolo adicional que permitió, con el aval parlamentario de ambas naciones, dar por cerrado el capitulo.
El nacionalismo fue cediendo con el paso del siglo y en la década del 90 se sucedieron una serie de acuerdos que permitieron privilegiar el principio de integración regional por sobre el de la integridad territorial.
Pero para quienes habitamos este sueño bendito esos gendarmes honraron a nuestro pueblo con una acción decidida y valiente. Hace dos años, esa misma fuerza devolvió aquel trofeo para cicatrizar una herida que no debe distanciar a paises que son hermanos.+)

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