¡Bye, bye, Adam Smith!


El jueves negro de Wall Street sólo fue el puntapié inicial de un ciclo de crisis recurrentes.

Por estos días los argentinos estamos concentrados en elegir a quien pueda ayudarnos a resolver los problemas económicos de nuestro país, hay suficientes síntomas como para advertir que el capitalismo sufre males cada vez mayores desde aquel Jueves Negro del 24 de octubre de 1929 cuando se derrumbaron las cotizaciones en la Bolsa de Valores neoyorquina.
Desde entonces se fue incrementando sensiblemente la intervención estatal en las economías capitalistas hasta desfigurar su propia identidad como sistema. 
La de 1929 fue la primera de las llamadas “burbujas especulativas” desde la Revolución Industrial. El sistema de producción creado por el capitalismo, apoyado en los conceptos de la propiedad privada y asociado al valor de la libertad, desarrolló una economía pujante y poderosa. Pero, como todas las monedas, tienen dos caras. La otra es la de las flaquezas sociales derivadas del imperio del más fuerte y de la histérica inestabilidad de un sistema especulativo derivado de un desordenado afán de lucro.

Retrospectivamente
Por más que se estudió muchísimo, aún no hay un diagnóstico común acerca de las causas de la Crisis del 29. Lo que sabemos es que la Primera Guerra Mundial produjo tales modificaciones en la economía internacional, que hubo que acudir a la asistencia del Estado para resolverlas: el New Deal en los Estados Unidos y el Plan Marshall sobre la Europa occidental.
Recién en julio de 1944, cuando las naciones se sentaron a conferenciar en Bretton Woods -en el ámbito de las Naciones Unidas- pudieron darse un nuevo orden económico basado en el dólar como moneda de referencia y soportado sobre el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Eso duró hasta 1971, cuando la Guerra de Vietnam, produjo un déficit tal en las finanzas norteamericanas que afectó a la cotización de su moneda y obligó al mundo a abandonar el patrón oro. Dos años después, en 1973, estallaría la crisis del petróleo como derivación de otra guerra, la del Yom Kipur. Entre 1986 y 1991 se produjo una crisis en el Japón por la sobrevaluación de sus activos inmobiliarios y financieros. A su término, con la devaluación en Tailandia, que contagió a otros países de la región -Malasia, Indonesia y Filipinas-, quedó seriamente cuestionada la autoridad del FMI. Hacia fines de esa década, estalló la llamada Burbuja de las PuntoCom y, con el fin del milenio, parecía que todo podía colapsar por la amenaza del llamado efecto Y2K sobre los sistemas informáticos. 
Apenas superados esos temores, en 2008, se produjo la Crisis de las Hipotecas que minó la confianza en el mismísimo corazón de capitalismo, en los Estados Unidos. El universo económico y financiero nunca más volvería ser el mismo, ni tampoco el mundo puesto que produjo efectos nocivos en Europa, con el estallido económico de los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España, por sus siglas en inglés), y en el Magreb, que terminó con la implosión de numerosos regímenes autocráticos un par de años más tarde en la Primavera Arabe. 
Diez años después, en 2018, las nuevas tecnologías vinieron a minar lo poco de estabilidad que quedaba en el sistema. Las criptomonedas evidenciaron la debilidad de los bancos centrales -otra institución protagónica durante el siglo XX- para manejar las finanzas de un país, y las de su correlato político, la república democrática, para manejar la economía. 

Política y economía
En lo que va de octubre hemos visto jaqueados a los que el mundo globalizado considera sus mejores alumnos sudamericanos: Chile y Perú. El primero sufrió un estallido social tras aumentar el costo del transporte; Perú, un fallido Golpe de Estado tras un intento de cierre del Parlamento. El Ecuador de Lenín Moreno, experimentó un levantamiento indígena que se opuso a la eliminación de los subsidios a la energía. Los tres mandatarios tuvieron que dar marcha atrás con sus medidas.
Es muy difícil compatibilizar la necesidad de ganar elecciones cada dos años con la de mantener las cuentas saneadas, ya que obliga para mantenerse en el poder obliga a satisfacer casi inmediatamente las demandas de los electores con la realización de reformas estructurales cuyos resultados tal vez se experimenten en el mediano o largo plazo. Por eso, Lorenzo Preve (PhD Finance at University of Austin, Texas, y Director del Centro Gestión de Riesgo e Incertidumbre del IAE) afirma que ése es el motivo por el cual los mandatarios argentinos mantuvieron ficticiamente alta la cotización del peso durante las últimas décadas. Una economía deficitaria no puede sostenerse, explica.
"Es la socialización del goce", afirma Alejandro C. Alvarez (profesor de Historia Económica-UBA y UNlaM). Se trata de una generación que cree que tiene derechos adquiridos pero que desconoce sus deberes. “El capitalismo ha terminado siendo una forma de colectivismo, ha desintegrado la sociedad y perpetuado el conflicto armado”, asegura @LíbranosM en Twitter. 

Epílogo
No está claro hacia dónde se encamina el mundo. Pero podemos observar algunos elementos de colectivismo en la economía actual. Uno es el parecido entre las actores protagónicos del sistema: las corporaciones occidentales, cuyo capital es mayoritariamente anónimo y cotiza en Bolsa, y las chinas, cuyo capital también cotiza en el mercado, pero cuyo comportamiento es dictado por la Asamblea de China cada cinco años. Otro es el de los sujetos emergentes, los llamados unicornios, que mayormente pivotean sobre las nuevas tecnologías en modalidades denominadas colaborativas, en los cuales el capital y el trabajo son concurrentes y no parte constitutiva de la empresa; asimismo, el sistema cooperativo y mutualista registra en nuestro país -con algunas excepciones, que no escapan a las generales de la ley- una salud envidiable.
A poco del centenario de la Revolución Rusa, podemos afirmar que una suerte de socialismo aggiornado domina la escena, y que el “cuanto peor, mejor”, que usó Lenin como premisa para la acción, tuvo un éxito arrollador. 
Me pregunto qué nos deparará el Centenario de la Gran Depresión, con la velocidad que han tomado los acontecimientos.+)

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