Bajo este
título, el periódico “El Estadista” publicó en su número 106 la siguiente columna de Carlos Fara:
Los potenciales
votantes del PRO son más propensos a apoyar un acuerdo que aquellos que se
inclinan por el FAU.
El triunfo de una
coalición PRO-UNEN en la localidad cordobesa de Marcos Juárez para la
intendencia hizo pensar a muchos que se podría formar una fuerza competitiva
frente dos candidatos de origen peronista. Pero una golondrina no hace
primavera.
Veamos cuáles es el
potencial real a nivel nacional de un conglomerado electoral de este tipo. El
19% votaría una alianza entre Mauricio Macri y UNEN. No es voto concreto: es un
voto en potencial. Eso significa que hoy por hoy, aún juntándose, no les alcanza
para competir con el más probable candidato del Frente para la Victoria –Daniel
Scioli– y Sergio Massa.
¿Quiénes votarían a
esta alianza? Su potencial es mayor a medida que sube el nivel socioeconómico de
los encuestados, y en el área metropolitana Buenos Aires. No hay diferencias
apreciables en otros segmentos (edad, sexo). ¿Qué sucede con los votantes de los
distintos candidatos de ambas partes? Se inclinarían por apoyar dicha alianza el
35% de los votantes de Julio Cobos, el 20% de los de Hermes Binner y el 44 % de
los de Macri. Es decir que solo en los votantes del PRO habría una inclinación
casi mayoritaria. Esto significa que resulta complejo reunir bajo un sólo
paraguas a un amplio arco opositor.
¿Cuánto suman las
intenciones de voto de los candidatos de esta posible coalición? Macri recoge
16%, Binner 6%, Cobos 4% y otros candidatos de Unen 2%. Total: 28 puntos.
Bastante más que la potencialidad de una alianza. ¿Qué pasaría si se diera un
hipotético escenario de tres candidatos: Massa, Scioli y Macri? Massa logra 31%,
Scioli 27% y Macri 21%, con el 21% que no se define. Es decir que si Unen
llevase un candidato porque resigna su representación en Macri, el líder del PRO
se mantiene casi igual. ¿Por qué? Porque sólo el 20% de Binner y el 25% de Cobos
se trasladan a Macri en un escenario de tres postulantes, mientras que el resto
de dispersa o no se define. En el caso del ex gobernador santafesino, por
ejemplo, fluyen tantos votos a Macri como a Massa, desarticulando toda
posibilidad de hacer sumas aritméticas de las intenciones de voto de los socios
participantes.
Analizado desde
otro punto de vista, el 43% querría que el próximo presidente no sea ni
peronista, ni kirchnerista. Sin embargo, la cuestión es que en este segmento el
24% elige a Massa y el mismo porcentaje a Macri, con 15% de indefinidos. El
restante 35% se dispersa entre múltiples aspirantes.
Conclusión: para este
segmento mayoritario Massa no parece ser peronista, arrojando luz sobre la
complejidad de las percepciones de los votantes. Más allá de los números ¿qué
probabilidades tendría de conformarse la tan mentada
alianza?
1) Si UNEN no
despega, se van a incrementar las presiones para conformar la alianza, porque
será vista como la única probabilidad de llegar a un
balotaje.
2) Pero, como
sugieren los datos que se exponen en esta columna, la conformación de la alianza
de todos modos no garantiza volverse competitivo. Entonces la reflexión podrá
ser “mejor salir cuarto manteniendo el perfil ideológico, y no volver a cometer
el error de juntarse con De Narváez, que al final no fue ni chicha, ni limonada”
.
3) En aquellos
distritos en los cuales la elección para gobernador coincida con la presidencial
puede producirse incluso una fuga de UNEN hacia Massa, si el de Tigre sigue en
punta y sería el ganador en cualquier escenario de
balotaje.
En la gran mayoría
de los escenarios que se proyectan se da por descontado que habrá segunda
vuelta. Sin embargo, no se tiene en cuenta cómo pueden operar sobre el
electorado los resultados de las PASO. En 2013, en una elección competitiva en
la provincia de Buenos Aires (a diferencia de 2011), los votantes produjeron una
polarización en la elección general de octubre, licuando a parte de la oposición
que había sacado menos votos, estirando la ventaja a favor del Frente Renovador.
Eso puede volver a ocurrir perfectamente, con lo cual la discusión no debe ser
acerca de si se entra o no en un balotaje, sino acerca de quién será el frente
opositor que más votos obtenga en las primarias abiertas.
La tendencia viene
de cambio, y dicho mainstream difícilmente se modifique en los próximos
quince meses. Eso hace que la probabilidad de que el próximo presidente sea
kirchnerista es muy baja. Ergo, el interrogante se traslada hacia qué opositor
tiene más probabilidades de ser el próximo primer mandatario.
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