Para FIEL, crecimiento moderado en 2013


El crecimiento de 2013

El bajo dinamismo de la inversión trabaría una recuperación vigorosa de la economía en 
2013.  La profundización de un modelo plagado de inconsistencias llevaría a un 
escenario económico mediocre.


Por Daniel Artana*
La economía transitó el segundo trimestre del año con una recesión moderada en la
industria y la construcción  y más profunda en el agro como consecuencia de la sequía.
Algunos indicadores sugieren que es posible  que esa caída se haya morigerado en el
tercer trimestre del año.
A diferencia de lo ocurrido durante el receso de 2009, la tasa de inflación que miden las
provincias no ha caído, sino que, en cambio, parece haber aumentado ligeramente. Este
fenómeno se explicaría porque el gobierno autoriza mayores aumentos que en el pasado
en los precios regulados (al menos para un segmento de la población) y deprecia el tipo
de cambio oficial al 1.1% por mes desde el segundo cuarto del año en adelante, en lugar
del 0.6% mensual del primer  trimestre. En  lo que concierne al resto de las variables
nominales, ha habido alguna moderación en el ritmo de aumento del gasto primario y de
los salarios, pero algo más de expansión en el dinero. La necesaria mejora en el tipo de
cambio real requiere que la depreciación del peso sea acompañada por una
desaceleración más fuerte en el resto de las variables nominales. Como eso no se ha
dado, la inflación en dólares sigue siendo elevada.
En ese contexto, empieza a discutirse cuál puede ser la tasa de crecimiento  del año
próximo. Simplificando, los pronósticos pueden dividirse en tres: los optimistas (dentro
de los que aparece el gobierno) que creen que la economía puede crecer al 5% el año
próximo. La mejora en la cosecha en un año con tiempo normal y el mayor crecimiento
esperado para la economía de Brasil serían los disparadores del desempeño local. Luego
operarían los mecanismos normales, con la inversión amplificando el crecimiento del
producto bruto.
Un segundo grupo es el de los pesimistas. Al haber desaparecido los tres pilares del
“modelo” que compensaban el efecto sobre las expectativas de una política económica
equivocada, los agentes económicos responderían a un riesgo macroeconómico mucho
mayor. Con los controles trabando la pérdida de reservas, la alta emisión resultaría en
un aumento considerable de la brecha cambiaria que impactaría en la inflación y
provocaría una caída en la demanda de dinero. Eso profundizaría la estanflación. En
algunas versiones extremas, se  agrega el pronóstico de una salida traumática como la
vivida en 1975 cuando varios años de postergación de aumentos tarifarios y cambiarios
terminaron en un fuerte ajuste nominal, que poco más tarde desembocó en la primera
hiperinflación de la Argentina.
El tercer grupo, en el cual se encuentra FIEL, prevé una recuperación modesta del 2%
impulsada por los dos factores externos que jugarían a favor de la economía nacional
(cosecha y Brasil) que se suman a un punto de partida con alguna capacidad ociosa
luego de la parálisis económica de 2012.
Las razones que hacen muy improbable que ocurra una gran crisis macroeconómica en
el próximo año son las siguientes:
Contando las reservas del Banco Central, el sector público tiene activos y pasivos en
dólares de magnitud similar y el sector privado es acreedor neto del resto del mundo
(sobre todo si se excluye la inversión directa). De esta forma, y en la medida en que
no se malgasten las reservas de la autoridad monetaria, una depreciación de la
moneda no generaría efectos de segundo orden importantes sobre la hoja de balance
del Estado. Y en el caso del sector privado, la depreciación del peso generaría una ganancia real que podría incluso motivar alguna repatriación de capitales si la
política económica se corrige.
El déficit fiscal de la Nación y las provincias será este año de alrededor de 4.5% del
PIB. Una parte importante se financia con impuesto inflacionario a las tasas
actuales. En 1975, el déficit era 13% del PIB y por lo tanto la tasa de inflación
necesaria para “cuadrar” los números fiscales era muy superior (además la base del
impuesto inflacionario era menor que la actual).
La situación de las entidades financieras no es preocupante. La morosidad ha
aumentado pero desde niveles muy bajos, la banca privada no tiene una exposición
importante con el sector público y la obligación de prestar el 5% de los depósitos
privados a tasas de interés subsidiadas debilitará al sistema, pero no lo llevará a una
situación de insolvencia.
Pero tampoco parece posible una recuperación a tasas del 5%, aún  a pesar de que
mejoren los factores externos. La clave es que, a diferencia de otras recuperaciones, la
tasa de inversión no reaccionaría con fuerza, como es habitual cuando se asiste a la fase
ascendente del ciclo económico. Esta “rareza” se ha dado en otros momentos de la
historia económica argentina. Por ejemplo, a comienzos de los 70 y de los 80 se
observaron varios trimestres con crecimiento positivo interanual del PIB real y caída
interanual de la inversión.
El año próximo, la inversión no permitiría acelerar la recuperación por varios factores:
El atraso cambiario creciente ha reducido las utilidades en el sector transable de la
economía. Con serias dificultades de acceso al crédito externo y con menos fondos
propios no es claro cómo se podrá financiar una recuperación más vigorosa de la
inversión. El gobierno parece apostar al redireccionamiento del crédito pero, por
definición, ello quita capacidad de gasto (consumo o inversión) a otros agentes
económicos).
La brecha elevada entre el dólar oficial y el “contado con liquidación” actúa como
un disuasivo a la espera de una corrección cambiaria que reduzca los costos no
transables de las nuevas inversiones.
La persistencia de las trabas para el giro de dividendos y regalías al exterior son otro
motivo de freno a nuevas inversiones directas.
La mayor intrusión del Estado en la economía (nacionalización y regulaciones poco
claras) tampoco ayudan al proceso de inversión. Además, hay contradicciones e
improvisación en la toma de decisiones.
La mayor presión tributaria nacional y provincial es otro factor negativo.  Ambos
niveles de gobierno pujan por mayores ingresos para financiar nuevas subas en el
gasto corriente.
Si la recuperación de la cosecha es altamente probable, también es posible que los
precios internacionales cedan porque el elevado nivel actual responde a problemas
climáticos en Estados Unidos que también deberían normalizarse.
En suma, el menor margen de maniobra que se ha autoimpuesto el propio gobierno ante
la falta de ajuste de un modelo plagado de inconsistencias actuaría como freno de una
recuperación más vigorosa.
*Economista de FIEL

Comentarios